viernes, 26 de marzo de 2010

Ciclogénesis sanitaria: La hora del “tío la vara”


Estamos en crisis y hay que pagarla. La convalecencia económica nos va ha seguir acompañando en este -2010, pues seguiremos en recesión y con “respiración asistida”.

Se acabó el modelo sanitario del inmovilismo perpetuo y de la “magia del rescate”, que nos ha venido acompañando de forma continuada y que se ha caracterizado por tres elementos de nuestra “cultura nacional”:

1. Todos queremos más,…todos queremos más…
2. Santa Rita - Rita, lo que se da…
3. “M” el último (sin interpretaciones apologéticas).

¡Qué será de nuestros políticos sanitarios, modositos ellos y gestuales, cuando el sistema sanitario desbarranca y ya no será posible el jubileo pasacalles concitando a la turba sociológica, cortando cintas por doquier y besando “yayos” a tumba abierta!

¡Qué será de los impíos y cochambrosos “PDF”, instrumentos financieros cosmológicos, socialmente ineficientes, y que imputan sin luz ni taquígrafos ” el marrón “ a las próximas generaciones!

¡Qué lástima! Ya no podremos servir a la vez a Dios y a las riquezas (con perdón)… o dicho en Román Paladino, ya no podremos servir al “dios mercado” y al sistema sanitario público (por tanto, a la sociedad), simultáneamente. La política del no molestar a nadie (sobre todo si te pueden “reñir”) y del “saludo al sol” sólo funciona en el ciclo expansivo económico, pero no en el contractivo. Ahora también toca hablar con los “malos”. Y estos no son de los que dan un paso atrás, porque entre otras cosas su “jugoso circulante” aguanta cualquier tsunami económico.

Los “radicales libres” han penetrado de forma silente en todos los tejidos del sistema sanitario, oxidando la política sanitaria y desvalorizando los principios de legitimación del propio sistema. El liderazgo político y ético es hoy más necesario que nunca, por que ha llegado el momento de pronunciarse claramente sobre la sostenibilidad financiera y social, para que el SNS no se nos vaya por la barranquilla.

Llueve sobre mojado y es la hora del incorruptible “tío de la vara” para que ponga “orden y concierto” sobre la itinerante y afligida “fauna sanitaria”.

Pero vayamos al grano y hagamos algún comentario (esta vez más formalmente) sobre el inaplazable reformismo sanitario, y sin apreciaciones exegéticas.

Algunos creemos que el SNS está en el diván desde hace muchos años, pero las autoridades políticas siguen sin querer enfrentar la crisis larvada con espíritu reformista, poniendo encima del tapete los problemas financieros, organizativos, de arquitectura institucional y de modelo de gobierno y de gestión, así como los mecanismos de cohesión social, aun sabiendo que las “tripas” de nuestras cuentas sanitarias están crónicamente alteradas. Sin embargo, “como somos así”, tenemos la esperanza de que el denominado Pacto por la Sanidad, pondrá en valor alguna iniciativa de cambio institucional, económico y social.

Ya sabemos que el SNS no está, pero “hoy más que nunca” si se le espera; en todo caso habrá que resucitarlo o reinventarlo como sucede casi siempre cuando saltan todas alarmas en los presupuestos sanitarios autonómicos, como ya está sucediendo.

El “llanto y crujir” de dientes de las CCAA se hará notar especialmente en los últimos meses de este ejercicio económico del 2010, cuando se tengan que pagar las nóminas con el complemento de carrera profesional para el personal sanitario, así como la insufrible e insostenible factura del insumo farmacéutico; pero ya no aparecerá la mano dulce del rescate.

Es evidente que desde los poderes de gobierno no ha existido, salvo excepciones, voluntad política prioritaria para que “la sanidad” tenga la preferencia pública y social que corresponde a un sector estratégico, no sólo por su magnitud económica y entidad institucional, sino también por las dimensiones generativas de valor social, redistribución de renta, empleabilidad, innovación tecnológica, capital cognitivo y acervo cultural.

Creemos que renunciar a las necesarias transformaciones en la estructura organizativa y en el modelo de gestión pública de los servicios sanitarios, es crear las condiciones para que las inercias políticas -marcadas por la urgencia y la búsqueda de soluciones “imaginativas” a problemas inveterados-, se orienten hacia intereses de mercado, como hoy acontece en determinadas CCAA., alterando el proceso de continuidad asistencial y la concepción integrativa, multidisciplinaria y comunitaria de la práctica profesional.

Tal vez, por todo ello, la pregunta de la certeza sería: ¿Qué explica realmente este histórico desentendimiento de la política institucional, es decir, de los sucesivos y respectivos gobiernos, con respecto a las necesidades y a la sostenibilidad del SNS?. Creemos que, entre las muchas razones que podrían justificar este hecho, existen al menos cuatro que consideramos más relevantes:

La primera, que ni el gobierno central ni las comunidades autónomas han percibido, ni fundamentado la sanidad pública como un sistema nacional, sino como un conjunto heterogéneo de instituciones y servicios bajo diferentes responsabilidades políticas. El resultado lo podemos constatar en el déficit institucional de coordinación sanitaria y cohesión social.

La segunda razón para explicar el desinterés y miopía política por la sanidad tiene que ver con los propios agentes internos del sistema. Políticos, gestores, profesionales y agentes sociales no han conseguido alinear, de forma co-responsable, estrategias de política sanitaria comunes y desplegar procesos reformistas imprescindibles en clave de sostenibilidad.

La tercera razón que explica el inmovilismo perpetuo y la falta de voluntad política en reformar el SNS es, naturalmente, el extraordinario interés de lo que eufemísticamente denominamos las fuerzas del mercado en que el sistema siga siendo como es. Nadie parece desea perturbar el benevolente equilibrio de distribución de privilegios, de ineficiente estabilidad y de mantenimiento del status-quo económico en el sector. Además, la relación entre industria, intermediación agencial y política ha llegado a ser virtuosamente confortable, más allá de los intereses generales del propio sistema sanitario público.

Por último, la cuarta consideración que justificaría la parálisis reformista del sistema sanitario obedece a la pasividad y “laisser fair” de las élites (altos funcionarios/jueces/banqueros/periodistas/etc...) ante el deterioro del SNS, al cubrir estos colectivos desde una posición de privilegio sus necesidades de servicios sanitarios a través de las “válvulas de escape” de un sistema abierto.


El SNS precisa básicamente de buen gobierno, ejemplaridad política y capital social, humanista y ético. Porque las competencias esenciales de nuestro sistema sanitario público, tanto profesionales como tecnológicas, tienen una notable distinción competente y los ciudadanos confían en ellas.

No debemos olvidar que no hay ningún sistema social que sea sostenible cuando la “maleza” penetra de forma silente en los diferentes estratos de la vida política, social y profesional de los servicios sanitarios y, además, la cultura organizativa interna acepta esta perversión de la ética pública y del clima social como una realidad inevitable.

Tenemos por tanto que rediseñar los órganos de gobierno y sus funciones, así como reimplantar las estructuras de participación en el conjunto del sistema, así como crear una arquitectura estratégica para la coordinación, supervisión, arbitraje y establecimiento de políticas comunes; justamente todo ello para ejercer -con liderazgo- el buen gobierno multinivel, que lleve consigo la asunción de responsabilidades, buenas prácticas y rendición de cuentas.

Son necesarias iniciativas políticas con carácter prioritario para garantizar la calidad asistencial, incrementar la financiación pública acorde con la riqueza y las características socioeconómicas del país (siendo a la vez exigentes con la política de equilibrio presupuestario y fiscal), mejorar las competencias esenciales de los servicios públicos (capital intelectual, tecnológico y social), racionalizar las prestaciones y servicios sanitarios en términos de efectividad y coste, y por último, priorizar en función de las necesidades y resultados en salud.

Algunos creemos en la virtualidad de conjugar estas líneas reformistas con un avance legislativo y social relevante que “ponga a punto” la normativa de soporte básico de nuestro SNS, ya que una buena parte de la misma ha quedado o bien obsoleta o técnicamente inaplicable a tenor de los cambios que han acaecido en el sistema sanitario público en los últimos años. En suma, hacer de la necesidad virtud y subsanar la “aluminosis” de los cimientos normativos de nuestro SNS. “A grandes “problemas” grandes remedios”.

Sabemos que las iniciativas de reforma sanitaria no van a llegar del sector económico ni de la intermediación oportunista y corporativa; bien al contrario, muchos de estos agentes están en el mejor de los mundos asentados en el confortable bienestar a costa de las debilidades políticas y gestoras que aquejan crónicamente a los servicios sanitarios públicos.

Hoy el SNS carece de una estrategia global para mejorar su eficiencia y garantizar un crecimiento internamente sostenible. Ello precisa inexcusablemente de nuevos instrumentos de gestión pública para controlar todas y cada una de las funciones y procesos esenciales de la cadena de innovación y de valor del conjunto del sistema.

Sin duda, los agentes internos del sector (políticos, gestores, profesionales, agentes sociales,…) tenemos una importante responsabilidad en la sostenibilidad. del sector sanitario público. Debemos buscar, bajo formas de buen gobierno sanitario, nuestra contribución al cumplimiento del programa de consolidación y rectitud fiscal propuesto por el Gobierno de España, (http://www.meh.es/), a la vez que mejoramos la calidad y eficiencia en las funciones principales de los servicios sanitarios públicos.

A ”grosso modo“, hoy necesitamos por tanto la versión virtuosa del buen gobierno y menos logias interesadas y targúmicas (explicativas) de nuestros males puestas en escena por los thin-thank y grupos de presión del lado oscuro del sector; para todos éstos “apóstatas” ya sólo nos queda el “tío de la vara”, para que haga justicia social, como Dios manda.

Luis Ángel Oteo Ochoa

3 comentarios:

Anónimo dijo...

felicidades por defender lo publico una vez mas, por defender la cohesion social y pensando en que es posible sostener el sistema, no que la solucion es tirarlo por la ventana.
en mi ambito: como es posible que haya muchos "controladores" con sueldos de 12000 euros mes, y yo que busco la eficiencia 4000 euros mes?
la maleza está muy esparcida, ¿ es posible con liderazgo eliminarla? es más, ¿ hay minima masa vital dirigente para liderarla? o seremos M. el ultimo por los desincentivos. A veces parezco el ultimo cristiano en las catacumbas...

Anónimo dijo...

Me parece patético que haya que utilizar un simil tan poco profesional (el tio la vara) para hablar del SNS y su problemática... ¡¡qué país!!

Anónimo dijo...

Hombre, yo entiendo que el autor del artículo sea de "ciencias", pero de ahí a escribirlo con faltas de ortografía, me parece demasiado. Ojo con las correcciones ortográficas.
Y otra cosa más, aún estando de acuerdo en la salvaguarda del sistema público de salud, se podría utilizar una figura un poco más seria para su defensa; aunque el humorista sea manchego...